¿Ahora o nunca? I

¿Ahora o nunca? I

Article publicat a Diario de Mallorca

Parece que fue ayer cuando leíamos con escepticismo las primeras noticias sobre un misterioso brote de un nuevo coronavirus en la, por aquel entonces, desconocida ciudad china de Wuhan. Lo que muchos pensamos que sería otro triste revuelo mediático sin más trascendencia causaba sus primeros estragos. Pronto corrían vídeos de servicios médicos desbordados, enfermeras desesperadas y personas desplomándose en plena calle, supuestas víctimas de la nueva enfermedad. Luego llegaron los time-lapses de hospitales erigiéndose de la noche a la mañana. Mientras tanto, aquí le quitábamos hierro al asunto esgrimiendo cifras anuales de fallecimientos por gripe común o la supuesta paranoia de un país lejano donde la gente lleva mascarilla por la calle. Todos tenemos algún conocido al que llamamos alarmista esos días, hipocondríaco o conspiranoico. El flujo constante de fake news fue en aumento y supo entremezclarse sutilmente con información veraz de cuentas de redes sociales no censuradas y paquetes de propaganda del aparato de control chino. Como viene siendo habitual en el mundo de las apariencias, el exceso de información nos produjo la ceguera. Ni la Organización Mundial de la Salud supo ver lo que se nos venía encima. Ya sabemos que en la era del nacionalismo y la globalización pocas cosas son lo que parecen. Para cuando reaccionamos teníamos al «enemigo» en casa, en las residencias de nuestras abuelas y colapsando los «mejores servicios sanitarios del mundo».

Europa, «la cuna de la civilizacion» recibe hoy lecciones en gestión de crisis de regímenes totalitarios. USA se prepara para el fin de una era. Y como nunca antes, salen a la luz las deficiencias de nuestro sistema, la fragilidad de nuestra economía y la extrema vulnerabilidad de las personas. Con más de doscientas mil muertes en menos de seis meses y dos mil millones de personas confinadas, la crisis del Covid-19 ha supuesto la mayor disrupción planetaria desde la Segunda Guerra Mundial y un baño de humildad de proporciones trágicas. Pero si ahora parece que no había forma de prever lo que podía pasar, conviene recordar que han sido numerosas las voces expertas que han avisado en los últimos años del peligro. Apenas un mes antes de la aparición del virus, en pleno centro de Manhattan, la Fundación Bill y Melinda Gates, en colaboración con el Foro Económico Mundial y la Universidad Johns Hopkins celebraron el Event 201, un ensayo general y un llamamiento urgente al mundo entero para hacer frente al creciente peligro de una pandemia mundial de coronavirus de consecuencias desastrosas. Como viene siendo habitual, no reaccionamos.

Absortos en scrolls infinitos, escindidos entre la histeria colectiva y el escepticismo total, nos despistamos, y cuando nos dimos cuenta el mundo había cambiado a nuestro alrededor.

Hoy nos encontramos al borde de la debacle económica. Todo indica que viene la peor crisis desde la Gran Depresión. La confianza en la política y la ciencia está rota. La comunidad internacional fragmentada. La reflexión, los referentes y los éxitos escasean justo en un momento que definirá la suerte de esta generación y posiblemente de todas las que vienen.

Aunque parezcan hoy recuerdos de un pasado lejano, el año 2020 estuvo llamado a ser el año decisivo en la lucha contra el cambio climático. Según Antonio Guterres, Secretario general de la ONU, sería el año por el cual, sin un cambio de rumbo, podríamos rebasar un punto de inflexión que haría imposible evitar un cambio climático descontrolado con consecuencias desastrosas para las personas y los sistemas naturales que las sustentan. Hablaba de catástrofes naturales, devastación, incendios, inundaciones, hambrunas, muerte. La crisis medioambiental en la que (también) nos encontramos será irreversible para la humanidad si no se actúa ya. Y contra lo que pudiera pensar algún ecologista utópico, el parón de la actividad no es la solución.

Para revertir la destrucción del planeta hace falta inversión masiva, por ejemplo en transporte y energía limpia, para hacerlo en tiempos de crisis hace falta condicionar estímulos económicos a objetivos de sostenibilidad, algo que se complica más con cada puesto de trabajo que se destruye.

En nuestro microcosmos balear la crisis del Covid ha dejado aún más claro la fragilidad de nuestra economía y la insostenibilidad del modelo productivo, pero ¿seremos capaces de tener esto en cuenta a la hora de la reconstrucción? ¿Diversificaremos nuestra economía y aumentaremos su competitividad o la urgencia por volver a la senda del crecimiento hará que repitamos los mismos errores del pasado? No olvidemos que las acciones que llevemos a cabo hoy serán los cimientos del modelo de mañana. Si nos despistamos esta vez puede que ya no haya vuelta atrás. Desde las iniciativas XXI haremos todo lo posible para que no sea así. (continuará).

* Las iniciativas XXI comprenden las acciones de tres asociaciones, con diferentes focos territoriales, pero que comparten misión y visión : Tramuntana XXI, Pla de Mallorca XXI y Palma XXI.